Antes los caminos hablaban, la gente se saludaba al cruzarse, se miraba, se odiaba o se deseaba calladamente.
Hoy andas gris y cruzas gris pavimento, negro desvaído. Pocos, y no siempre, nos atrevemos a mirarnos en el otro.
Pertinaz para quien mire, el hongo cromático, en un árbol cualquiera de una calle mil veces transitada, porfía en lo suyo: ponerle color a su inercia.
De paso, a la nuestra.
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