litera_FA, 15 de mayo, 2009
La literatura escrita en femenino.
Este viernes 15, 22 horas, tenemos literatura escrita por mujeres. La sesión estará coordinada por Encarna F., seudónimo de Encarna Forca, mujer.
Como siempre, sabéis que podéis aportar vuestras sugerencias que os serán eternamente agradecidas. Así mismo, os podéis postular para leer. Esto último quizás deberías aprovecharlo: en nuestras vidas no hay muchas ocasiones en las que una se pueda postular así como así.
De paso le haremos un pequeño homenaje a Antonio, hombre, un guiño cómplice al sitio de su recreo donde seguro que se habrá encontrado con aquella chica de ayer.
Este de aquí abajo, con el que acompaño la invitación, es un poema de Cristina Peri Rossi recién salido del horno, de su último libro, Playstation. Veréis que os recuerda a situaciones que todas hemos tenido en algún momento de nuestras ricas vidas, y que los gustos cinematográficos son más comunes de lo que una pueda pensar a priori.
PUNTO DE ENCUENTRO
Me encontré con mi antiguo profesor de filosofía
en un enorme sex-shop casi vacío, si descontábamos
las cabinas de los inmigrantes que se hacen la paja.
A mí me gustan los sex-shop porque me recuerdan
las jugueterías de mi infancia. Siempre había querido
quedar encerrada en una juguetería,
pero no tenía ganas de quedarme encerrada en el sex-shop,
sólo echarle un vistazo. Ese sex-shop me recordaba también
a una biblioteca, con sus anaqueles de separación
y sus clasificados, aquí porno duro, aquí videos gay, aquí
sadomaso, allá queers y travestis.
No había nadie en el sex, salvo el profe y yo, de modo
que no tuvimos más remedio que saludarnos e intercambiar
algunas palabras.
-Leí tu último libro de poemas –me dijo. Me gustó mucho.
Es poderoso.
Era la primera vez que alguien calificaba así uno de mis libros,
y me gustó. No había que agregar un solo adjetivo más.
Poderoso. Como un Porsche última generación.
-Yo leí sus artículos sobre la disputa entre Leibniz y Hobbes
-le dije– en el último número de la revista de la universidad.
En ese momento entró un hombre con una mujer. Pidieron un
pene de veintiocho centímetros de largo y cinco de diámetro
y un buen lubricante que fuera antialérgico, porque el
último que habían comprado le había hecho salir un
sarpullido en el pene y a ella un habón en el clítoris.
-También he escrito otro sobre las cartas de Simona
de Beauvoir a Sartre –me informó. Las últimas cartas,
las inéditas.
El vendedor les estaba explicando cómo había que
meter las pilas en el vibrador y el hombre de la pareja le
dijo si hacían descuento si además se llevaba una fusta con
manguito de cuero.
-¿Las que se publicaron después de su muerte?- le pregunté
al profesor. No las leí todavía.
Estábamos en la sección correspondiente a grandes
tetas, pero no mirábamos hacia ningún lado, como si
estuviéramos en el parque. Yo pensé que le estorbaba
el camino hacia una de las cabinas, así que cogí una película
sobre orgasmos múltiples entre bisexuales y me dirigí a la caja.
-Te mandaré el artículo en cuanto se publique- me
dijo el profesor, sin moverse del pasillo. Las cabinas estaban
a pocos metros.
Salí del sex shop pensando que me había gastado quince euros en una película que no quería. Yo quería la de grandes tetas.
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