utópicos octavos

En vísperas del lunes, con ecos del poema de M. V. Montalbán a lo largo del fin de semana, constato que, efectivamente, veintidós años después de la edición de Una educación sentimental, el octavo día está por llegar.

Jamboree

La muchacha era negra y cantaba

una experiencia agridulce, metálica

de micrófono, metálico el hielo usado

en la penumbra del vaso opaco

gin

y manos espontáneas abofeteándose

en la bromúrica África europea del sábado

Baudelaire

estaba detrás del frenesí de las caderas

cadenciosas de muchachas emancipadas

abiertas al sol nocturno del saxo

y nadie

intentaba decir a los de la Navy: yankee

go home, porque los yanquis –tal vez

exiliados de algún Harlem blanco– escalaban

el estrado en un salto de tragamillas

o de puntero de rugby en el partido cumbre

para recuperar el jazz y amable

en el piano de aquel pianista poeta

sabio como un soltero sin compromisos

lícitos

y batíamos palmas si la muchacha

negra nos cantaba Remember When, ya tarde,

hacia las tres de la mañana, cuando

en la plaza del exterior, con estatua,

vomitaba algún padre de familia

y

abajo

–en Jamboree– la triste risa negra de Gloria

nocturna como su piel y su voz de Ella

Fitzgerald tímida, nos hacía inteligentes

de libros y cubalibres, comprobando

que

tampoco había sido aquél el octavo,

el tan esperado octavo día de la semana.



1 comentario:

Ana Iniesta dijo...

no lo entiendo del todo pero me ha gustado :)