faros que se apagan

Lisette, conforme llegó, se puso a fotografiar piernas pasando rápidamente en una maraña de automóviles, ruedas y asfalto de fondo. Piernas desvinculadas de su cuerpo, como un elemento motor ajeno a la carga que traslada. Como si lo importante fuera desplazarse con rapidez, no tanto adónde ni por qué.

También el reflejo en los escaparates, el de los viandantes y el de la realidad exterior, de modo que lo que quedaba plasmado en su revelado eran las capas de una cebolla vistas fuera de la cebolla y todas a la vez. Ella entendió nada más desembarcar en esa ciudad, que lo que allí se cocía era una multirrealidad, y también que era fácil que algunas de esas realidades fuesen absolutamente estancas, de modo que se puso a trabajar en determinadas realidades impermeables. Puesto que se había recorrido entera la costa de Niza con su dolce far niente y conocía perfectamente las clases altas y sus ornamentos, no le resultó extraña la ópera o el mundo de las estrellas de cine en los mercadillos benéficos. Como era melómana y tremendamente dotada para la música –su abandono temprano de la formación musical es de motivación desconocida-, se fue a retratar el mundo del jazz y sus clubes. Y puesto que era sensible, curiosa y adelantada, se fue a los tugurios, al Sammy´s, a la noche de los desheredados que se agarran a la vida a través de los clavos de la música, los vasos de alcohol sin glamour ni years old, el tabaco de liar y el calor humano como el mejor chambergo para las frías noches neoyorquinas.

Lisette se calzó el siglo entero. Se lo cruzó de cabo a rabo, de Europa a América, como llamaban a lo Estados Unidos por aquel entonces –eso es como el que tiene un tío en América, decíamos aquí; en mi caso era cierto: en mi familia una tía lejana materna emigró allí, y de pequeño siempre oí hablar de ella como la tía de América. Tenía un chihuahua que aparecía en una foto, para más inri y mitificación-. Se tragó las guerras mundiales, la persecución de los judíos –ella lo era-. El MOMA. Las becas Guggenheim denegadas. Las galerías de arte de un París que tocaba el cielo poco antes de que el infierno con cruces gamadas le entrara sin permiso: su marido –siberiano- tenía una. Las alumnas geniales al principio, cómplices después, amigas más tarde y suicidas: Diane Arbus. El Comité de Actividades Antiamericanas poniéndola en su punto de mira. El mayo del sesenta y ocho con sus 67 años…

Lisette murió mayor. Publicó poco para lo que su trabajo y talento fueron. Insistió en que había que fotografiar con el estómago. Tuvo un marido al que se le fue la perola de manera severa e irreversible. Se divorció de él –antes de la irreversibilidad-. Mataron a su hermano en Europa cuando ella ya estaba en América, por judío. Nunca prescindió de su apellido de casada. Recibió clases de los grandes de la música –Schönberg entre ellos-: tienes un don, le dijeron, y dejó de estudiar. Dedicó, eso sí, buena parte de su vida a enseñar.

Estos apuntes, y algunos más que se pueden encontrar por ahí sin demasiado esfuerzo, hacen entendible que hoy en día figuras de este calado no sea fácil que aparezcan. Como no lo es un Francisco Ayala, un José Luis López Vázquez, un Claude Lévi-Strauss.

Estos días han pasado a mejor vida varios faros de esos que llevaban alumbrando desde las orillas del siglo pasado. En este siglo recién comenzado cada vez más queda patente que la romántica figura del faro es una reminiscencia de un tiempo que ya no es este: hemos pasado a un tiempo de luces halógenas autónomas y GPS. A algunos no nos gusta la calidad de la luz halógena, entendemos que la autonomía y el autismo onanista y narcisista no son sinónimos, y del GPS ni me molesto en hablar. Algunos parecemos nacidos antes, mucho antes del sesenta y ocho.

[Escribo desde la otra orilla, la del espacio y la del tiempo. Escribo desde Tánger y tardaré en publicar esto –finalmente, una semana- porque no consigo configurar mi ordenador para que detecte las redes inalámbricas disponibles. El ordenador debe haber entrado en un estado empático solidario. Vivan las metáforas.]

Woman with veil, San Francisco, 1949:



En el Sammy´s, 1940-45:





En Niza, 1934:


Broadway singer, Metropolitan Cafe, 1940:




Running legs, 1940-41



Reflections. 1939-45:


Coney Island, 1939:


Las Vegas, on the bar, 1949:


Fashion show, Hotel Pierre, N.Y. 1940-46:



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