bestezuelas


Recordé el verso final por el comentario de Roy hace unos días, al hilo del estreno de El cónsul de Sodoma, en cuanto vi el video de Stevie rodeado de colegialas. Varias apreciaciones al respecto:

No voy a ver la película. Tampoco a escribir mucho más de ello. Creo que no merece la pena. Quizás algún día caiga en mis manos pirateada y la vea, cual pasatiempos. Sólo así.

Y del video, me pregunto a quién se le ocurrió rodear a este hombre de ese trasunto de colegialas. Luego, viendo detenidamente las imágenes, ni trasunto, ni torres, ni abominaciones, ni nada. La presencia musical y física del negro es tan monumental que deja al grupo de chicas cual decorado sostenido por unas cuantas escuadras de madera de pino mala. Y la sexualidad de él es tan… no sé, ¿delicada, infantil, inocente?

Estas semanas ando escuchándolo mucho y tengo la sensación de que ve –paradójicamente- las notas musicales. Ese gesto suyo tan característico con la cabeza ligeramente levantada, como sonriendo, en realidad es una lectura en una inmensa pantalla donde todos los sonidos se le van representando nítidamente, desde niño, desde aquella cajita, neonato, donde el bebé ya sentía todos los ruidos a su alrededor, donde perdería la vista. Stevie nació pronto, antes de tiempo. Tenía tarea que hacer y no era cosa de demorarse más; con las prisas se le fue la retina: menudencias. A los once años ya estaba en la Motown. Y a los veintiséis grabó Songs in the Key of life. Así que cuando muchos años después se sienta junto a Tony en ese emperifollado teatro, el único que interpreta es Bennett, abrumado por la naturalidad y la envergadura del talento de su invitado. El de la armónica estaba de vuelta.

He aquí el poema de Jaime del que, por cierto, no me gusta el título. Por poner algún pero. Una nota más: esa diosa esbelta de tobillos gruesos de la que habla no era otra sino la hija de Carlos Barral, un día que fueron a la playa juntos. Fíjate qué cosas, sacar un poema como este de ver salir del agua a la hija de tu amigo más querido. Así no es de extrañar el título de la película…

Himno a la juventud

Heu! quantum per se candida forma valet!
Propercio, II, 29, 30

A qué vienes ahora,
juventud,
encanto descarado de la vida?
¿Qué te trae a la playa?
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.

De las ondas surgida,
toda brillos, fulgor, sensación pura
y ondulaciones de animal latente,
hacia la orilla avanzas
con sonrosados pechos diminutos,
con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh diosa esbelta de tobillos gruesos,
y con la insinuación
(tan propiamente tuya)
del vientre dando paso al nacimiento
de los muslos: belleza delicada,
precisa e indecisa,
donde posar la frente derramando lágrimas.

Y te vemos llegar: figuración
de un fabuloso espacio ribereño
con toros, caracolas y delfines,
sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún trémula de gotas,
deslumbrada de sol y sonriendo.

Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
-sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil, en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.

Aunque de pronto frunzas
la frente que atormenta un pensamiento
conmovedor y obtuso,
y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre mojadas mechas rubias
la expresión melancólica de Antínoos,
oh bella indiferente,
por la playa camines como si no supieses
que te siguen los hombres y los perros,
los dioses y los ángeles
y los arcángeles,
los tronos, las abominaciones...

Dejo este extracto, a modo de glosa:

Jaime Gil de Biedma y la Tradición Clásica: evocación y apropiación

Gabriel Laguna Mariscal

Universidad de Córdoba (España)

En el poema «Himno a la juventud», de Poemas póstumos, Biedma traza, desde una edad ya madura, un apasionado elogio de la belleza y de la juventud. Describe una figura femenina, radiante al salir del mar, que constituye un trasunto alegórico de la Juventud y de la Belleza. El poema se cierra así (vv. 35-46):

Aunque de pronto frunzas 35

la frente que atormenta un pensamiento

conmovedor y obtuso,

y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla

entre mojadas mechas rubias

la expresión melancólica de Antínoos, 40

oh bella indiferente,

por la playa camines como si no supieses

que te siguen los hombres y los perros,

los dioses y los ángeles,

y los arcángeles, 45

los tronos, las abominaciones...

La caracterización del poder de la Juventud sobre todos los elementos animados de la naturaleza (vv. 43-46) nos recuerda nítidamente la descripción de Venus por Lucrecio, en De rerum natura 1.10-20. Pero lo que nos interesa ahora es que el poeta evoca en el v. 40 al joven Antínoo (nacido en Bitinia, alrededor del 110 d. C.), mancebo amado por el emperador romano Adriano. Se ahogó en el río Nilo en octubre del 130 y circuló la versión de que el ahogamiento había sido realmente un sacrificio ritual por la salud del emperador. Adriano lamentó extravagantemente su muerte: el joven fue divinizado, se fundó la ciudad de Antinópolis en recuerdo suyo y se decretó en su honor la erección de estatuas, así como la celebración de cultos y festivales.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada vez me gusta más este poema, será que cada vez que lo releo he cumplido un año más.

Roy Batty

afuncional dijo...

la perspectiva, por llamarla de algún modo, ayuda, sí...