Recordando una pensión en Tánger, tan inhóspita como poética. No era verano estacional, aunque sí para mí.
De José Manuel Caballero Bonald, en Manual de infractores:
VIAJERO DE PASO
En las habitaciones de los broncos, obtusos
hoteles estivales
hay siempre un remanente de amenazas
enmascarado entre los utensilios
de la noche.
Implacables
ocurren los ruidos por dentro de los muros:
unos pasos erráticos que atruenan
en los techos tan fúnebres,
una voz de guarida trabada en el armario,
un estruendo de aguas desplomándose
por las acongojantes cañerías,
mientras
la oscuridad imprime
como un brillo de tea en la almohada.
¿Con qué sombras pernocto, quién
me defenderá de esos intrusos
que transfieren su inquina al hospedado?
Más que nunca la vida
se vuelve aquí provisional y huraña.
En el mismo libro:
Coartada
La luz prensil de los espejos
atrapa a quien se mira.
Al fondo
pululan turbios flecos, marcas
opacas, falsos
indicios de la realidad,
la triste lepra antigua del azogue.
Todo es ya su reflejo.
¿Quién
se hizo pasar por quién?
Cómplice de sí mismo,
el que se mira inculpa a quien lo observa.
Al respecto de ese libro, Luis Muñoz escribió en 2006 en El Pais:
Manual de infractores es el libro de alguien que ha alcanzado la sabiduría de mantenerse sereno y alerta al mismo tiempo. Esa clase de estado que cualquiera desearía no sólo para la literatura sino también para la vida y que supone haber pasado por numerosas fases previas, haberse sabido desprender de lo accesorio y tener un interés genuino por lo que sucede delante de los ojos. Cada poema del libro es el resultado de una rigurosa operación expresiva en la que la inteligencia se apoya en la sensualidad o la sensualidad conduce a la inteligencia. Cada poema es un lugar donde las provocaciones entre la sorpresa verbal y el pensamiento son continuas, como si no supiesen mantenerse quietos y ordenados en su sitio.
También, como indica su título, es el libro de un infractor, de alguien que entiende la poesía como un ejercicio de subversión íntima. Es decir, que hace de cada poema la transgresión de una cierta norma social, moral, cívica, de un convencionalismo, y a la vez, un vehículo para atravesar las fronteras del lenguaje, para reordenar sus categorías, para devolverle a las palabras su condición de hallazgo momentáneo.
Si queréis el artículo entero, lo tenéis aquí. El libro me acaba de ser devuelto. Ha estado volando, cruzando mares y continentes. Me ha llegado escrito y ajado. El libro ha alcanzado una categoría, ahora sí, totémica.
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