Comienzo con esta entrada una nueva categoría que he denominado Edward Hopper por motivos que se me antojan evidentes. Mi relación con este señor es tremendamente especial. Esto, en los tiempos que corren, es como decir que Coldplay es un grupo único o que viendo los lienzos de Paula Rego me siento como si mi cabeza la hubieran transformado en pintura. Es decir, que mis, nuestros, referentes culturales difícilmente son únicos e intransferibles. De ahí a la sensación de masificación como equivalente a la ausencia de autenticidad hay un paso. Sin embargo, pasan los años y las obras de algunos artistas parecen cada día más vigentes, más amplias, más acaparadoras de tantos y tantos planos. Por ejemplo, a Hopper se llegan desde muchos puntos. Yo he llegado aquí desde la fotografía. En otros casos que iré desgranando ha sido el cine, la literatura, la música…
La foto es de Montreal en el otoño de 2006, y su autora es Celia Vara, a la cual, al paso que voy, habré de pagarle derechos de autora. Esta mujer es uno de mis heterónimos fotográficos. Gracias, pues; nobleza obliga.
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