Lo llamaban Ala rota y lo descubrí anoche, a no muy buenas horas para hacer este tipo de descubrimientos. Lo hallé aquí, un lugar al que llegué porque el anterior poema de Bonald que escribí sólo estaba colgado en toda la red en este sitio. No era casualidad, pues, que luego aparecieran Haro Tecglen, El Roto, Antonio Vega, García Alix, Benedetti, Pedro Casariego… Este sitio ha dejado de crecer desde junio de este año, momento en que el autor se cansó, lo cansaron o vete tú a saber qué. Ala rota era también conocido como Miguel Bocamuerta y ayer no me detuve más que lo justo en él porque en seguida me di cuenta de que no eran ni horas ni estado para afrontar semejante lidia. Esta mañana me levanté con él, por supuesto, porque la noche no hace sino fijar, cual plancha de grabado. Y me vinieron a la cabeza otras alas rotas, broken wing.
Miguel, ya nos lo decía,
no sabía bien, si ahorcarme
o tirarme desde la azotea
tragarme completa la farmacopea
meterme en el baño a 37 grados
cortarme las venas
morir relajado,
robarle a mi hermano
que caza venados
las escopeta que usa
pegarme en la sien
o tirarme a las vias
de un tren y morir…
¡Como un perro!
Y eligió lo primero, que por algo lo enunció en ese orden en su canción. Estaba en esas fechas fatídicas que preceden a la treintena.
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