Estremece un poco pensar, la verdad, que llevo recordando este artículo dieciséis años. Hace unos cuantos menos me crucé con él cerca de la plaza de Santa Ana, junto a la calle Huertas. Era por la tarde de un día laborable e iba acompañado de una niña, su nieta, supongo. Tenía una presencia extraña. Su indumentaria era anacrónica pero atemporal: gabán, sombrero, pantalón de tela con raya y esas cosas. Muy alto y grande, a la vez que ligeramente encorvado. Y un aura de extrañamiento, de ajenidad. A los pocos años murió.
Ayer, vete a saber por qué, se me ocurrió que probablemente ese artículo del que yo recordaba la anécdota con G. Torrente Ballester estuviera en su página. Helo aquí:
CUERPOS DE MUJER
La obsesión de Felipe IV era ver mujeres desnudas: viejo problema masculino español que no se ha resuelto con el tiempo. Ni con la abundancia, o la difusión. Me refiero al "Rey pasmado" (de Imanol Uribe; pasa, ahora, por C+) y al esperpento de su corte, con su Conde Duque de Olivares hecho por Gurruchaga, y al Inquisidor General burlado por su representante, Fernán-Gómez. Y, como puta real, o Memfisa, María Barranco: hace días me dijo Umbral que dejaría todo en la vida por María Barranco: antes de desdeñar "la izquierdona" en "Abc", como antes desdeñó y firmó la expresión de "la derechona". Pero en ese aspecto no habrá cambiado. Umbral es también de Valladolid, como Felipe IV: los dos vinieron a Madrid y se encontraron con una vida de disturbios sentimentales y sexuales, y entraron en ella. Torrente Ballester vino de Santiago, y su novela, "Crónica del Rey Pasmado", es gallega de humor. Una gran novela: con su ironía --retranca--, su crítica y su juicio. Lo mejor de la película es lo suyo: su habla. Hace años comimos en lo que hoy es "Asador Fabián": mas miope que ahora, le llevé hasta un taxi y, cuando le metía en él, pasó una gran moza y él se convirtió en vidente, todo ojos: "Esto no se pasa nunca", me dijo. Debía tener la edad que tengo yo ahora: y estas cosas no se pasan nunca. Para nosotros se inventó la expresión maldita de "viejo verde". El sano y antiguo palpitar llena la película; no hay fraile, ni rey, ni villano, ni mujer, que no estén repletos de erotismo y rijosidad. Y en Palacio hay un "cuarto prohibido" con los cuadros de mujeres desnudas. En todo ello aparece, además del homenaje a la hembra de la especie hecha desde el ojo del macho, como figura esplendorosa durante toda la historia, un elogio a la vista: "no hay prenda como la vista", salmodiaban los mendigos ciegos, con cantilena todavía oriental. Es el eje de esta película.
Puede que al peor feminismo le parezca mal esta cuestión que suele confundir, erróneamente, con la de mujer-objeto, frente a lo que alega que tiene otros méritos. Los tiene además. Cosas distintas: ni el hombre ni la mujer tienen por qué reducirse a cuerpos. Pero su parte corporal, su amor físico, hace la sociedad.
Por Eduardo Haro Tecglen en Visto/Oído, El País, 30 de Septiembre de 1993.
Las fotos, de Jan Saudek. Por orden:
Marie Nº 1. 1974.
Heavy metal. 1982.
1 comentario:
Me alegra saber que no se pasa nunca... Alargar así la vida.
Muy buenos artículos siempre los de Eduardo Haro Tecglen.
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