Profana, cazador furtivo,
y mánchame
y deshonra.
Y tú, lanzadera,
teje y desteje
larga blasfemia en piel
que toda la maldad fue hecha para amar.
Róbame, fruta, que soy ladrón prohibido
en la noche de las hogueras.
Y tú, ángel, quema
y duele
hasta rodar en acre exilio
de endrinas y ceniza.
Guardemos las buenas maneras para odiar
y tengamos nostalgia de la puta y del cabrón
que juraban quererse para siempre.
Manuel Rivas
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