un fulgor estéril

Mi columnista preferido, que aún no lo había traído aquí. Una capacidad desbocada de manejar la metáfora; un grado de abstracción enfermizo; una psicotropía endógena; un humor acerado; una sintaxis tan aparentemente sencilla como limpia; y, como siempre en los grandes, un profundo conocimiento de las bondades y miserias humanas. Esta es de ayer en la contraportada de El Pais, donde los viernes, si los astros se conjuran, nos lleva a lugares donde sólo conductores tan avezados como él pueden hacerlo.

Acompaño a Juan José con Leonardo pasado por la batidora de Madeleine, porque sí, y porque ya tocaba, Guillermo.




La conciencia

JUAN JOSÉ MILLÁS 09/05/2008

En la antigüedad teníamos más metros cuadrados que cosas. Ahora, en cambio, tenemos más cosas que metros cuadrados. Hace años, podías recorrer un pasillo de 15 metros sin tropezar con un solo mueble. Ahora no puedes dar dos pasos sin estrellarte contra una bicicleta estática, una vajilla de Chillida o la armadura de una tienda de campaña. Mucha gente cambiaría los objetos por metros cuadrados; el problema es que la mayoría de esos trastos sólo tienen un valor romántico, que no cotiza ni en los mercadillos de pueblo. Ya me dirán para que sirve la maleta de madera con la que papá se fue a Alemania, el televisor en blanco y negro que conservamos absurdamente debajo de una cama o la impresora portátil que compramos hace 15 años por si acaso (¿por si acaso qué?).

Lo bueno, ahora lo comprendemos, eran los metros cuadrados. No hay cosa mejor que cien o doscientos metros cuadrados, todos juntos, sin más objetos que la foto del abuelo en la pared del pasillo y una alacena en el comedor. Construir viviendas pequeñas por sistema es como escribir frases cortas por obligación. La frase corta funciona bien como desván, como cuarto trastero, como altillo en el que introducir una o dos ideas pequeñas (las que caben en una columna, por ejemplo). Pero para vivir, para respirar, para estar a gusto, nada como un piso de seis o siete habitaciones, cuatro exteriores y tres interiores, además de la cocina, el baño y los aseos. Ahora, dada la escasez de metros cuadrados y la abundancia de cosas, ha aparecido un negocio nuevo, el de los trasteros que guardan toda esa basura doméstica. Hemos vendido el alma (o los metros cuadrados) a cambio de cosas que brillaban, de espejuelos con los que no sabemos qué hacer. Deberíamos regresar a la frase larga, a la oración compuesta, al pasillo de 15 metros de largo. A la conciencia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

baila chiqui chiqui, baila mogollón...

afuncional dijo...

ya me vas a perdonar, pero no acabo de comprender tu comentario...

Anónimo dijo...

jijiji
que no solo de verbo vive el obnubilado
XDDD

afuncional dijo...

¿de qué más viven las nubes y quienes las observan, tú, que (casi) todo lo sabes?

Anónimo dijo...

del aire que respiran.....