infringir


J.M. Caballero Bonald, en Manual de infractores:


BIENAVENTURADOS LOS INSUMISOS


Ni la justicia con sus manos ciegas,

ni la bondad de ojos efímeros,

ni la obediencia entre algodones sucios,

ni el rencor que atenúa

la desesperación de los cautivos,

ni las armas que arrecian por doquier,

podrán ya mitigar esas lerdas proclamas

con que pretenden seducirnos

aquellos que blasonan de honorables.

Quienquiera que merezca el rango de insumiso

descree de esa historia y esas leyes.

El poder de los otros

nada sino desdén suscita en él.

Ha aprendido a vivir al borde de la vida.


TRANSGRESIÓN


Emerge de improviso ese recuerdo

entre otros muchos igualmente vagos

de la felicidad:

un terso cuerpo esquivo

temblando en las difíciles penumbras

de una casa vacía,

y allí mismo,

por dentro de lo oscuro, en medio

de aquella ceremonia codiciosa,

estaba una vez más manifestándose

la belleza, su más inconmovible

prohibición, el compartido centro de la vida

ya confundido para siempre

con los falsos decoros de la infidelidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Iba su madre delante
con otra caballería,
viendo la gente parada
la reina se detenía,
y la causa preguntaba
porque ella no lo sabía.
Respondiole un moro viejo,
con honesta cortesía,
- Tu hijo mira a Granada
y la pena le afligía -
Respondido había la madre
, Desta manera decía:
- Bien es que como mujer
llore con grande agonía
el que como caballero
su estado no defendía.