Un tranvía en SP. Unai Elorriaga


La cosa es que Roma y Marcos buscaban dos casas que estuvieran frente a frente; una, por ejemplo, de ocho pisos y de siete pisos la otra, a unos treinta metros de distancia. Elegían casas que tuvieran ventanas anchas en las escaleras. Una vez encontradas, Roma se metía en una y Marcos en la otra. Subían al séptimo piso y se ponían junto a la ventana de la escalera; pero, aun estando los dos en el mismo piso, siempre quedaba uno por encima del otro, porque los arquitectos siempre han sido personas inconstantes.
Entonces se empezaban a mirar desde las ventanas, como si fueran desconocidos, y Roma hacía un dibujo de Marcos en un cuaderno y se quitaba el jersey. Marcos ponía más atención, porque Roma sin jersey era bastante más Roma que Roma con jersey. Y la desmedida atención de Marcos hacía que Roma tuviese cosquilleos en las manos y en la parte de arriba de las rodillas. Marcos ponía las manos en el cristal y lo empañaba, y se quitaba él también el jersey.
Y llegados a este punto, estaban ansiosos por volver a bajar a la calle y por volver a verse de cerca. Pero no podían en media hora. Eso era lo que decía el juego, que tenían que estar media hora en las ventanas. Y estaban, por lo tanto, media hora mirándose de una casa a otra. Y cuando pasaba media hora, bajaban las escaleras a todo correr y se iban a la cama de Roma o a un restaurante italiano.

1 comentario:

Juan Ignacio dijo...

Polipoesía? Tengo un cosquilleo de estómago ...